Lorenzo Silva

Éste que tienes en tus manos, lector, es un libro valiente, inteligente y necesario. Aunque quizá el tercer adjetivo esté ya encerrado en los dos primeros. Respecto de cualquier asunto, pero en especial respecto de cuestiones como el conflicto de pareja, que puede degradarse en violencia, de vital importancia para muchas personas, no necesitamos en absoluto aquellos libros que por cobardía o comodidad se limitan a reproducir los discursos ya establecidos. Menos aún los que, abdicando de todo juicio y toda indagación original, renuncian a colocar las ideas preconcebidas sobre el yunque del razonamiento para aplicarles el martillo de la reflexión crítica. Frente a un problema de incuestionable gravedad, para el que estamos lejos de haber arbitrado soluciones eficaces y del todo convincentes, es preciso que alguien asuma el riesgo de explorar nuevas vías, y eso es lo que, con valor y lucidez admirables, ha hecho la autora de este libro. Ante la indiferencia, o quizá habría que decir la aprensión, de quienes por su formación y por su bagaje teórico deberían haber emprendido la tarea de ahondar en unos comportamientos humanos manifiestamente anómalos, quien viene a tomar al toro por los cuernos es alguien que se sitúa, con la prudencia consustancial a la discreción, extramuros de la ciencia, pero que en absoluto la ignora ni desdeña sus aportaciones.

 

Es probable que este libro sólo lo pudiera escribir alguien como ella. Una mujer, para empezar; y además, una mujer que no habla de oídas, sino que se aproxima a la realidad del maltrato de pareja desde su experiencia directa como afectada. A lo que aún habría que añadir una tercera y crucial circunstancia: la de haber logrado finalmente escapar, sana y salva, de la degradación vital que el maltrato supone, y haber hallado después el modo de reparar el trauma que, incluso cuando la agresión cesa, permanece incrustado en la mente de quien la sufrió. Todo esto otorga a quien escribe estas páginas una autoridad singular, y quien pudiera pensar que la excesiva implicación personal pudiera a cambio conducirla a la subjetividad o a una incapacidad para examinar con frialdad los claroscuros de la materia objeto de su estudio, podrá confirmar al leerla que no es así.

 

En otro sentido, no puedo sino mostrarme igualmente de acuerdo con la puesta en cuestión del término “violencia de género”, por cuanto con él se alude sólo a una parte de un problema más vasto, que es el que realmente nos ocupa: la violencia en el seno de la pareja, que también pueden sufrir hombres, a manos de mujeres u otros hombres, o mujeres a manos de mujeres. Incluso, como subraya la autora, la violencia de género aludiría más propiamente a cuestiones que nada tienen que ver con esta pandemia que nos deja tantas víctimas mortales al año y tantas personas traumatizadas de por vida. La violencia que la mujer sufre por el hecho de serlo se despliega más claramente en otros ámbitos y son otros sus ejecutores: desde la explotación sexual de mujeres y niñas a las mutilaciones o infanticidios (perpetrados por extraños o por los padres, y en algún caso, con mayor protagonismo de las ascendientes femeninas). Quien ha escrito este libro lo ha hecho desde una insobornable independencia y sin el menor ánimo de contentar a ninguna instancia, por conveniente que pueda ser su beneplácito.

 

La autora propone una interpretación alternativa al conflicto violento de pareja: que en gran parte de los maltratadores/as lo que hay es una disfunción emocional/psicológica todavía no suficientemente estudiada ni identificada, que padecen hombres y mujeres. Y en la genealogía de ese trastorno se lanza la autora a indagar con encomiable empeño; más teniendo en cuenta que se trata en buena medida de una terra incognita. Razonando sobre su experiencia, y sobre la atenta observación de otras muchas vivencias que han llegado a su conocimiento, formula una serie de hipótesis sobre la génesis y la dinámica del trastorno. Alguno dirá que ello constituye un alarde de audacia por parte de quien ostenta la condición de profana en la disciplina científica de que se trata, pero la carencia de formación reglada no equivale a desconocimiento (ya querría uno que muchos titulados tuvieran la claridad de conceptos que exhibe este libro) y tampoco excluye la posibilidad de abrigar intuiciones certeras. Serán los psicólogos y psiquiatras quienes deberán analizar y cuestionar esas hipótesis, y validarlas o desmentirlas con una argumentación, como mínimo, tan rigurosa como la que las sustenta. No es quien esto escribe el indicado para enjuiciarlas desde un criterio técnico, pero lo que sí puede decir es que se le antojan llenas de sentido común y, si no definitivas en todos sus extremos, francamente plausibles en su sesgo general.

 

Estoy convencido de que este libro marcará un hito en el enfoque del conflicto de pareja, y de que llegará un día en que enfrentemos el problema de forma distinta a como lo estamos haciendo ahora. También tengo la esperanza de que ese día serán menos las mujeres muertas o humilladas, menos los niños troquelados en la intolerancia y la violencia, y menos también los hombres que sufren el maltrato de pareja, en todas sus formas, incluida la que ahora tiene como demoledor intermediario al aparato judicial del estado. No me cabe duda de que en el ánimo de la autora sólo está contribuir a la salvación de todas esas personas. Por todo ello, cuando llegue, podrá sentirse legítimamente orgullosa, y nosotros, sus lectores, le estaremos aún más agradecidos de lo que ya lo estamos por ofrecer un rayo de luz diferente frente a la uniforme oscuridad.

 

 

Lorenzo Silva Amador

Escritor, relator, columnista y abogado español.

Premio Nadal, Premio Ojo Crítico, Premio Algaba,

Premio Primavera, Premio Planeta, Premio CEDRO,

Premio de las Letras, entre otros reconocimientos.

www.lorenzo-silva.com